No es hora de regalar ausencias

El techo de la habitación era el mismo por la noche que a primera hora de la mañana. Sin embargo, mantenía la vista fija en él y el rostro inexpresivo. No entendía cómo había llegado a ese punto. Se pasó la noche en la misma posición. Pensando y no pensando. Sintiendo y sin sentir. Sufría la resaca del que se estuvo tomando su vida como un alarde de contradicciones. Y ahora qué. Repasaba su vida y buscaba el momento en que perdió el control sobre ella.

Sin saber si dar un paso adelante o darse la vuelta y echar a correr, decidió tomar la duda por opción. Vendió su alma a la indecisión. Presumiendo de un intelecto superior que le permitía afirmar una cosa y la contraria al mismo tiempo, se procuró admiradoras en todo momento. Comenzó con el juego de construir ilusiones y romper promesas. Su ego crecía y él se consumía.

Se convirtió sin saberlo en actor, interpretando un personaje que reclamaba ser protagonista de cada escena. Mendigando afecto, buscaba la aprobación de un público. En virtud de ello, escogía a los acompañantes para su espectáculo. Se rodeaba de gente de ‘te quiero’ fácil y se llenaba la boca hablando de sí mismo. Hacía de la provocación un arte, en que las formas eran también el fondo. La vida para él no era más que una cosa tras de otra, ajena a él, lo que le exculpaba de cualquier responsabilidad.

Tan arraigado en el contexto en que había crecido, no supo ver el momento en que comenzó a quedarse solo. Cómodo con su personaje, había aprendido a evadir emociones y a regalar ausencias. Se convirtió en el principal exportador de decepciones, condenado a tararear la misma melodía de siempre.

Ahora, tumbado desde su dormitorio, la realidad se impone. Trata de claudicar de aquella persona en la que no se reconoce, de alejarse de aquel inventario caótico de mentiras que él había creado. Intenta recordar su vida sin aquellos momentos en que decidió convertirse en una parodia de sí mismo. Su vida quedaba en nada. Demasiado final para tan poca historia.

Deja un comentario